FRAGMENTO 11 y 12 DE RAVENS

¡Queridos lectores!

Sé que la semana anterior no actualicé, y os dejé con la tensión al borde del infarto en el último fragmento de mi historia por entregas. ¡Os juro que no ha sido intencionado! ¿O un poco sí?

No. El Kick me tiene tan cansada que hasta me olvidé de actualizar el blog... ¡Sin comentarios!

Así que para recompensaros, os dejo con doble ración de RAVENS. ¡Espero que os guste! Dejadme palabritas ¿sí?

Y os aviso, por eso de no ser mala persona, de que la historia está llegando a su fin. El desenlace está muy cerca.

¡Un abrazo!


11. ANNABEL

En cuanto despertó supo que estaba sola. Tenía frío y no escuchaba ninguna respiración a su lado.

Por un momento sintió vergüenza de haberse acostado con un chico dentro de la cripta familiar. Su noche había comenzado con un leve tonteo y el flirteo había acabado yéndosele de las manos. Si su tía lo supiera se escandalizaría, pero no había podido evitarlo.

Lee era la clase de chico con el que llevaba demasiado tiempo soñando. Parecía que sus ángeles habían escuchado sus anhelos y los habían convertido en realidad. Que el destino había decidido juntar los hilos rojos de sus caminos.

Pero por lo visto él no pensaba lo mismo que ella porque ni siquiera se había despedido al marcharse.

Echó una mirada a su alrededor. La lluvia había parado, y aunque el cielo estaba gris no amenazaba con nuevas gotas de agua por el momento.

Recogió todos los enseres y los guardó dentro del baúl. Sabía que cada vez que se quedase a dormir en la cripta se acordaría de él. Aunque no supiese nada más que lo que él le había contado. ¿Habría sido sincero?

Al menos tenía la esperanza de volver a verlo si se pasaba por el taller del señor Johnson. Al menos tendría un lugar al que ir si quisiera encontrarse de nuevo con él.

Ella sí que había sido sincera en todo lo que había contado. Su vida, sus anhelos, sus miedos. Y al final es lo que de verdad vale la pena. Abrir el corazón y vivir, aunque las dudas traten de hacernos flaquear.

Sin embargo no todas las personas tienen el valor suficiente para vivir a pleno pulmón.

Camino de regreso a casa, recordó la noche a su lado. El cúmulo de sensaciones y el cosquilleo que habían estado toda la noche repiqueteando bajo su piel. Rememoró todos los instantes que había vivido junto al chico dos años mayor que ella, y sonrió.

No. Definitivamente no se arrepentía de nada de lo que había sucedido entre los dos. No solo había conocido a un chico interesante sino que además había cumplido unas de sus fantasías sexuales. Hacerlo en un cementerio, al abrigo de la noche, entre el silencio y la soledad que se respiraba en un lugar así, donde los vivos no están mucho tiempo y donde los muertos descansan en paz. Donde los muertos en vida encuentran su lugar en el mundo.

Cuando llegó a casa se encontró con una nota de su amiga que también había pasado la noche fuera. Así era Elizabeth. Alocada, atrevida y con ganas de vivir su recién estrenada soltería.

Se duchó, se tomó un café bien cargado y se puso a buscar cursos de escritura y concursos como le había prometido a su amiga. El blog llevaba un mes en funcionamiento, ahora tenía que ponerse las pilas en todo lo demás.

Había decidido dejar el trabajo para tomarse un tiempo para centrarse en su pasión. Aconsejada por su familia y por su amiga, había llegado a la conclusión de que ya era tiempo de empezar a encarrilar su vida en torno a su sueño. Ser escritora. Por muy difícil que este se plantease.

Cuando apuntó las bases de un concurso por el aniversario del nacimiento de su escritor preferido, Poe, se tumbó sobre la cama a esbozar pequeñas ideas para el relato que pedían. Tenía poco tiempo.

Por un instante agradeció no haber tenido que dar explicaciones de con quién había pasado la noche a su llegada por la mañana. Porque sabía perfectamente que en cuanto su amiga la mirase a los ojos lo notaria. Notaría su ensimismamiento, su sonrisa tonta y ese brillito que Annabel encontró esa mañana después de ducharse cuando se miró en el espejo.

Aunque dormir en el cementerio algunos domingos fuese algo que solía hacer, su tontería con Lee no podría ocultarla.

Cuando su amiga llegó para ducharse y volver a marcharse al curso de dibujo al que se había apuntado la tarde anterior, la encontró escribiendo sobre la colcha negra con puntitos rojos que simbolizaban sangre.

La dio un beso fugaz en los labios como siempre que se saludaban y la instó a contarle qué tal la iba.

Annabel tras varios intentos fallidos por ocultar su sonrisa acabó sincerándose.

Elizabeth no pudo evitar carcajearse de ella. Nunca hubiera imaginado que su amiga cumpliría su fantasía y con un desconocido. Por muy atrevida y alocada que fuera no la veía haciendo algo así.


Ese chico, cuyo nombre no le había querido descubrir, debía tener algo especial para que Annabel se hubiera lanzado a por él de esa manera. Y más después de todos los desengaños que su amiga se había llevado a lo largo de su corta vida.

Príncipes que habían desteñido, amores eternos que habían dejado de serlo con la llegada de los problemas, muertes inesperadas que la habían partido el alma en dos, amistades que se habían esfumado al no poder sacar beneficio alguno de la relación, personas hipócritas que se habían acercado a ella por su incapacidad para decir que no…

—En cuanto llegue de mi clase de dibujo me lo cuentas todo con pelos y señales.

—Tanto como todo…

—¡Todo! Tú y yo no tenemos secretos, ¿recuerdas?

Annabel sonrió. Eso era totalmente cierto.

—Y tú a mí qué tal te va en las clases de dibujo ¿vale? A ver qué compañeros tienes…

—A ver, aunque ya me conoces, con que el profesor sea bueno, me da igual si caigo bien o no…

—Tú le caes bien a todo el mundo, tienes un don para conectar con las personas.

—¡Soy una diosa, eso es cierto!

Annabel la tiró el cojín de su cama, y se deshizo en carcajadas.

—¡Cuánto te he echado de menos, petarda!

—Y yo a ti… 



12. LEE

Cuando llegó a su clase de dibujo no pudo evitar sorprenderse al encontrar en la silla de al lado a la amiga de la joven con la que había dormido la noche anterior.

Sus mejillas se encendieron cuando la joven se presentó. A la luz del día era mucho más guapa de lo que le pareció la noche del concierto. Tenía un aire de diosa capaz de deslumbrar todo a su paso. Era tan diferente a su amiga…

Annabel también deslumbraba pero el eco de su luz era mucho más débil. O eso es lo que la gente creía.

«¿Sabrá quién soy? ¿Se acordará de mí? ¿Annabel le habrá hablado de mí?»

Algo en su mirada le decía que sí. En cuanto estrecharon sus manos y pronunciaron sus nombres.

Elizabeth supo el motivo por el que su amiga no le había dicho el nombre y no pudo evitar carcajearse. «¿Annabel y Lee? ¿En serio? ¿Un jodido cuento de hadas con pinceladas umbrías Poenianas?» Ya tenía munición para vacilarla en cuanto llegase a casa.

Lee no pudo abrir la boca. No preguntó por ella. No dio señal de conocerla si quiera. Aunque la rubia ya sabía que se conocían desde que les vio hablando la noche del concierto de Emile Autumn, él ni siquiera mencionó esa noche. Eso a Elizabeth no le gustó.

Aquella era una sorpresa más del destino. Un poco macabra. Hablando con su amigo en el cementerio había clamado por una chica que fuese igual que él, que tuviera sus mismos gustos, que se riera con las mismas cosas, que le comprendiera, y la había encontrado. Annabel.

Sin embargo, su magullado corazón temblaba de miedo y lo que le pedía era caminar hacia atrás en vez de seguir avanzando. Tenía tanto miedo a sufrir…

En la vida hay dos clases de personas.

Las que viven con el corazón abierto a pesar de los golpes de la vida que puedan noquearlos y aquellas que prefieren proteger su corazón, dar un paso atrás y cerrarlo para no sufrir. Las segundas tienen menos minutos de vida en su contador de momentos que dejan sin aliento. Las primeras más cicatrices, pero también más fortaleza.

Existen las personas que luchan por lo que quieren y se levantan batalla tras batalla y las que anhelan los imposibles porque piensan que nunca serán posibles y cuando los consiguen deciden dar un paso atrás y salirse del camino por miedo a vivir y volver a caer.

Porque hay quienes se conforman con alcanzar y se olvidan de sentir, quienes prefieren anhelar para no enfrentarse a la realidad. Y Lee, entre tan duda y tanto miedo parecía una de esas personas.

Annabel era tan diferente aunque él pensase que eran iguales, que si se molestase en indagar se sorprendería. Pero él no lo sabía.

Siguió atento a la clase de dibujo y al terminar se marchó para casa. Ni siquiera se detuvo a hablar con ninguno de sus compañeros, quería trabajar en la ilustración que había pensado para un concurso que había encontrado en redes. Y siendo sincero, para escaquearse de que le pudieran preguntar algo.

Su cabeza daba tantas vueltas, que cuando llegó a casa tuvo que encender la música para intentar disipar sus propios fantasmas.

Trazo a trazo de su carboncillo todo fue cobrando vida y a la vez todo se fue alejando. La música siempre consigue apaciguar a las bestias. Sus latidos se acompasaron, su mente se despejó como siempre que sus manos creaban y el arte nacía. Su escape de salida a la realidad, su antídoto.

Dos horas más tarde tenía frente a sí su nueva creación. Dos cuervos negros que se miraban fijamente, posados sobre una pequeña lápida gris sin nombre en cuya repisa reposaba una rosa naranja.

Ahí estaban él y Andy. Dos aves negras descansando después de haber sobrevolado el cielo. Su cerebro tintineó nuevas imágenes y le descolocó. Una cripta con dos cuervos tallados en su piedra apareció en su retina.

Cerró los ojos y al volver a abrirlos, apareció Annabel entre sus brazos, ecos de gemidos, vaho de suspiros calientes entre las partículas del aire frío, revoloteo de mariposas en el estómago, cosquilleo bajo la sangre incendiada. No pudo soportarlo.

Sintió que le costaba respirar. También Annabel y él eran dos cuervos negros, sobrevolando la vida en busca de un nuevo aliento que les ayudase a avanzar.

Parecía que las tormentas en el cielo de su alma no habían hecho más que comenzar. 

2 comentarios :

  1. Hola Rebeka,
    Muchas gracias por las dos entregas. Menuda sorpresa y supongo que más trabajo para ti. Pero que pena que esta historia esté llegando a su fin. Porque estoy enganchada a la historia de Annabel y Lee. A su manera de ser, sus anhelos, sus miedos, sus aficiones... Pero sobre todo a tu forma de transmitir todo eso y mucho más.
    Un beso enorme ;)

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  2. Es una historia breve y como tal tiene n encanto enorme, pero eché de menos más descripción y detalle en el encuentro tan íntimo del cementerio del capítulo anterior. Gracias por regalarnos un poco más en los recuerdos de Lee ;)

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